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Variaciones sobre el mal

Reseña de Crónicas del mal, de Alberto Ramponelli (Muerde Muertos, 2014). Por Lucas Berruezo para El Lugar de lo Fantástico.

Crónicas del mal (Muerde Muertos, 2014) es el octavo libro de Alberto Ramponelli. En él encontrarán un conjunto de crónicas policiales sobre casos resonantes que ocurrieron en Argentina en un lapso de tiempo que va desde 1914 hasta 1958. Combinando la investigación periodística (que incluyó visitas al Museo Forense de la Morgue Judicial y la búsqueda en artículos y documentos de la época) con la imaginación literaria, Ramponelli logra darle forma a estos hechos en que la muerte, obstinada y prepotente, se inmiscuye en la vida de los hombres. Por esto mismo, es importante señalar que Crónicas del mal no es un mero libro de crónicas en el que se reconstruyen historias desde una superficialidad dada por los datos recopilados. No, al contrario. Se trata de un libro de historias que, si bien parte y se nutre de lo acontecido, da un paso más hasta inmiscuirse en la naturaleza humana y en la esencia de la maldad.

UNA TEORIZACIÓN DEL MAL

En el “Epílogo”, Alberto Ramponelli expone tres formas en que puede ser concebido el mal. Por un lado, el mal puede ser visto como algo que existe fuera del ser humano y que ingresa a él para cumplir con ciertos objetivos malignos. Una vez concretados esos objetivos, ese algo se va y pasa a ocupar (posesionar, podríamos decir) a otra persona. El ser humano no sería del todo responsable de sus actos, ya que se trataría de un mero objeto del mal. Eso explicaría por qué, al momento de cometer una atrocidad, muchos hombres reconocen no sentirse ellos mismos o, incluso, no recordar nada de lo sucedido. Como un cuchillo, un revolver o un hacha, el hombre, según esta concepción, sería un simple conductor del mal.
Por otro lado, también se puede ver al mal como parte de la naturaleza humana. En este caso, el mal no viene de afuera, sino que ya se encuentra adentro. En algunos hombres, esa parte sale a la luz produciendo consecuencias devastadoras; en otros, la mayoría, permanece reprimida y a buen recaudo. La responsabilidad de los hombres sería, de esta manera, difícil de determinar, ya que si bien lo que aflora a la superficie le pertenece, no es menos cierto que le pertenece a todos. ¿Se puede culpar a alguien por responder a un impulso que forma parte de él y que, en definitiva, no elige?
Y por último, hay una tercera concepción que combina las mencionadas anteriormente y que el autor relaciona con la idea del mal que defiende el cristianismo. Según esta corriente, el mal (representado por el Diablo) viene de afuera y trata de corromper al hombre, pero es éste quien decide lo que va a hacer. Así, hay un afuera y un adentro simultáneos. No hay dudas de que, según esta concepción, la responsabilidad del hombre es innegable, ya que él fue “creado” para tender al bien, y sólo su propia decisión (con la responsabilidad que conlleva) lo puede llevar al mal (no es, entonces, una coincidencia que el cristianismo haya desarrollado toda una concepción del juicio como acceso a una vida después de la muerte).
Ahora bien, a pesar de que Ramponelli en su “Epílogo” señala estas tres concepciones del mal, en las crónicas el narrador desarrolla una sola idea (coherente) de éste. En efecto, a lo largo de los distintos casos policiales podemos ver cómo los hombres involucrados se ven asaltados por el mal hasta el punto de convertirse en instrumentos de él, completamente ajenos a su destino. Por ejemplo, en “Una cuenta pendiente (año 1929)” se puede leer, con respecto a la acción del protagonista, que “No había premeditación en sus movimientos, simplemente respondía a impulsos que decidían por él, que ahora lo guiaban de vuelta a la pieza” (p. 68). Asimismo, vemos que María, la muchacha de “La estatuilla y la muerte (año 1954)”, actúa “como si no tuviera conciencia de sus actos” (p. 91). Y por último, aunque podríamos citar más ejemplos, el narrador se pregunta en “Un cuerpo diseminado por la ciudad (año 1955)”, y ante la sensación de inocencia del mismo asesino, “¿Qué o quién había matado entonces a Alcira, usándolo a él de medio, adoptando la encubierta forma de lo accidental?” (p. 104).
Al momento de cometer el crimen, entonces, los hombres actúan como si no fueran ellos mismos, como si el mal que se manifiesta en sus acciones tuviera una naturaleza propia que se vale de las personas para materializarse. Por esto mismo, podríamos incluir a Crónicas del mal dentro del género fantástico. Aquí el mal está vivo, y anda buscando personas.

CONCLUSIÓN

Crónicas del mal es un libro ameno y escalofriante, de lectura sencilla pero de una profundidad imposible de medir. Con una prosa luminosa, Alberto Ramponelli invoca y narra la oscuridad. Vale la pena leerlo.